Experimentemos alegría cuando nos sintonizamos con los movimientos de nuestra alma, sea cual fuere la dirección en la que nos lleve. A veces el alma nos lleva por el camino del éxito y de la felicidad, a veces por el camino de una enfermedad, a veces por el camino de una misión que nos exige lo ultimo, y a veces por el camino de la aventura que no podemos evadir. No obstante, sabemos que en ese movimiento somos llevados por algo más Grande.
Por eso la alegría que surge de la sintonía con ese movimiento es serena. Descansa en sí y tiene peso.
Esa alegría es sin intención y sin pena porque esta en sintonía.
Incluso está en sintonía con la culpa y sus consecuencias. Por más extraño que suene, cuando nos sintonizamos con la culpa la experimentamos como algo divino.
En esa alegría no sentimos deseos de que algo sea diferente a lo que encontramos, tanto en nosotros como también en otros.
Cuando logramos asentir a nuestro destino con todo lo que nos exige y cuando podemos asentir también al destino, al sufrimiento y mismo a la culpa de aquellas personas que nos son caras, permanecemos en esa alegría.
En presencia de personas que se encuentran en esa alegría nos tranquilizamos y centramos y alcanzamos lo esencial, el centro propio.
Esa alegría tiene que ver con la plenitud. En ella nos sentimos completos.
–Bert Hellinger Libro Círculo Cumplido