El Otro Amor

Cuando miro a una persona amada a los ojos y le digo : “Te amo”, abro mi corazón y tocó su corazón.
¿Pero puede entonces realmente confiar en mi amor? ¿Es mi amor lo suficientemente fuerte como para salir airoso y persistir hasta lo último? ¿O es esa frase tal vez exija demasiado de ella y de mi?
Mi amor gana fuerza cuando no sigue solamente mi voluntad y no es sostenido sólo por mi y cuando no se refiere solo al otro sino también a lo más grande, aquello que determina su destino y que lo reclama. Por ese motivo debo ampliar esa frase “Te amo”, sino que le digo “Te amo a ti y a aquello que me guía mi y te guía a ti”.
Aquello que me guía a mi y a ti, tal vez nos conduzca durante un tiempo para recorrer el mismo camino. Por lo tanto, nos une en ese camino de una manera íntima. Pero luego quizás ambos después de un tiempo tomemos conciencia de que cada uno es guiado por un camino diferente a una suerte diferente. En ese caso, aquello que nos guía tal vez nos separe, incluso nos deba separar.
Cuando vemos y reconocemos eso, ¿Qué pasa entonces con nuestro amor? ¿Llegó a su fin?
No. Precisamente aquello que parece separarnos nos une de una manera más profunda. porque de esa forma nos vemos uno con la persona más profunda. Porque de esa forma nos volvemos uno con la persona amada y también- junto con ella- con algo más grande.
Ese amor es la base del respeto. Respeto al otro tal como es, solo cuando antes respeto también aquello que lo guía. Y también me respeto a mi tal como soy, cuando antes también respeto aquello que me guía.

Ahora podemos percibir lo que eso significa para nuestras relaciones. Por ejemplo, cuando una relación de pareja el hombre y la mujer se dicen mutuamente: “Te amo a ti y aquello que nos guía a mi y a ti”. O cuando los padres dicen a sus hijos: “Te amo a ti y a aquello que nos guía a ti y a mi”. O cuando un hijo dice a su padre y a su madre: “Te amo a ti y a aquello que nos guía a mi y a ti”.

También podemos decir esa frase a un enfermo que nos pide ayuda: “Te amo a ti y a aquello que me guía a mi y te guía a ti”.

Tal vez entonces percibamos el sentido de su enfermedad y el camino por el cual lo lleva. Quizás también percibamos si estamos capacitados y llamados para ayudarlo. En ese caso tampoco somos nosotros solos los que intervenimos en su destino, apoyados por nuestro conocimiento y nuestra experiencia. Porque entonces estamos guiados por algo que va más allá de nosotros y de él y a lo que ambos nos entregamos de igual manera.